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LOS DISCURSOS DE ANDREW M. RAMSAY
(1736 - 1737)
Discurso del Señor caballero de
Ramsay pronunciado en
la logia de San
Juan el 26 de Diciembre de 1736.
Señores,
El noble entusiasmo que ustedes
demuestran para ingresar en la antigua y muy ilustre Orden de los
francmasones es una prueba evidente de que ya poseen todas las
cualidades necesarias para convertirse en sus miembros. Estas
cualidades son la filantropía, el secreto inviolable y el gusto
por las bellas artes.
Licurgo, Solón, Numa y todos los
demás legisladores políticos no lograron que sus instituciones
llegaran a ser duraderas: por muy sabias que hayan sido sus leyes,
no han podido extenderse a todos los países y perdurar a través de
los siglos. Puesto que se fundamentaban en las victorias y las
conquistas, en la violencia militar y en el dominio de un pueblo
sobre otro, no han podido llegar a ser universales ni adaptarse al
gusto, al genio y a los intereses de todas las naciones. No se
basaban en la filantropía: el falso amor por una parcela de
hombres, quienes habitan una pequeña región del universo que se
llama patria, destruía en todas estas repúblicas guerreras el amor
por la humanidad en general. Los hombres, fundamentalmente, no se
diferencian por las lenguas que hablan, las ropas que visten o los
rincones de este hormiguero que habitan. El mundo entero no es más
que una gran república, en la cual cada nación es una familia y
cada individuo un niño. Señores, nuestra sociedad se estableció
para hacer revivir y propagar las antiguas máximas tomadas de la
naturaleza del ser humano. Queremos reunir a todos los hombres de
gusto sublime y de humor agradable mediante el amor por las bellas
artes, donde la ambición se vuelve una virtud y el sentimiento de
benevolencia por la cofradía es el mismo que se tiene por todo el
género humano, donde todas las naciones pueden obtener
conocimientos sólidos y donde los súbditos de todos los reinos
pueden cooperar sin celos, vivir sin discordia, y amarse
mutuamente. Sin renunciar a sus principios, desterramos de
nuestras leyes todas las disputas que pueden alterar la
tranquilidad del espíritu, la delicadeza de las costumbres, los
sentimientos afectuosos, la alegría legítima, y aquella armonía
absoluta que sólo se encuentra en la eliminación de todos los
excesos indebidos y de todas las pasiones discordantes.
Asimismo tenemos nuestros
misterios: son signos que representan nuestra ciencia,
jeroglíficos muy antiguos y palabras que se tomaron de nuestro
arte; todos ellos componen un lenguaje algunas veces mudo y otras
muy elocuente para comunicarse a grandes distancias, y para
reconocer a nuestros hermanos sin importar su lengua o país. En un
primer momento, a los que ingresan nada más se les da a conocer el
sentido literal. Es sólo a los adeptos que se les revela el
sentido sublime y simbólico de nuestros misterios. Es así como los
orientales, los egipcios, los griegos y los sabios de todas las
naciones ocultaban sus dogmas por medio de figuras, símbolos y
jeroglíficos. A menudo, el sentido literal de nuestras leyes, de
nuestros ritos y de nuestros secretos sólo ofrece a la razón un
sinnúmero de palabras ininteligibles; sin embargo, los iniciados
encuentran en ellos un manjar exquisito que alimenta, que eleva, y
que le recuerda al espíritu las verdades más sublimes. Ha sucedido
con nosotros lo que casi nunca ha sucedido con otra sociedad.
Nuestras logias se han instaurado hace mucho tiempo y se difunden
hoy por todas las naciones civilizadas del mundo; sin embargo,
entre tan numerosa multitud de hombres ningún hermano jamás ha
traicionado nuestro secreto. Desde el momento en que comienzan a
formar parte de nuestra cofradía, las personas más frívolas, las
más indiscretas y las menos instruidas aprenden a guardar para sí
mismas esta gran ciencia: entonces, parecen transformarse y
convertirse en hombres nuevos, impenetrables y penetrantes al
mismo tiempo. Si alguien rompiera los juramentos que nos unen, no
tenemos ninguna ley penal excepto el remordimiento de conciencia y
la exclusión de nuestra sociedad, según las siguientes palabras de
Horacio:
Est et fideli tuta
silentio
Merces: vetabo, qui
Cereris sacrum
Vulgarit arcanae, sub
isdem
Sit trabibus,
fragilemve mecum
Solvat phaselum.
Horacio, antiguamente, fue orador
de una gran logia establecida en Roma por Augusto, mientras
Mecenas y Agripa eran sus vigilantes. Las mejores odas de este
poeta son himnos que compuso para que se cantaran en nuestras
orgías. Sí, señores, las famosas fiestas de Ceres en Eleusis, de
las cuales habla Horacio, así como las de Minerva en Atenas y las
de Isis en Egipto no eran otra cosa que logias de nuestros
iniciados, donde se celebraban nuestros misterios con las comidas
y las libaciones pero sin los excesos, los desenfrenos y sin la
intemperancia en que cayeron los paganos, después de haber
abandonado la sabiduría de nuestros principios y la pureza de
nuestras máximas.
El gusto por las artes liberales
es la tercera cualidad que se requiere para entrar en nuestra
Orden, la perfección de este gusto es la esencia, el fin y el
objeto de nuestra unión. De todas las ciencias matemáticas, la de
la Arquitectura, ya sea civil, naval o militar es, sin duda, la
más útil y la más antigua. Es a través de ella que nos defendemos
contra las injurias del aire, contra la inestabilidad de las olas
y sobre todo contra el furor de otros hombres.
Es por medio de nuestro arte que
los mortales han encontrado el secreto de construir casas y urbes
con el propósito de reunir las grandes sociedades; el secreto de
recorrer los océanos para llevar de uno a otro hemisferio las
riquezas de la tierra y de los mares y en fin el secreto de
construir murallas y máquinas contra un enemigo más terrible que
los elementos y los animales, quiero decir contra el hombre mismo
que no es más que una bestia feroz, a menos que su naturaleza sea
templada con la dulzura, la paz y la filantropía de las máximas
que reinan en nuestra sociedad.
Tales son, señores, las cualidades
que se requieren en nuestra Orden de la cual revelaremos ahora, en
pocas palabras, el origen y la historia.
Nuestra ciencia es tan antigua
como el género humano, pero no se debe confundir la historia
general del arte con la historia particular de nuestra sociedad.
Han existido en todos los países y en todos los siglos
arquitectos, pero todos estos arquitectos no eran francmasones
iniciados en nuestros misterios. Cada familia, cada república y
cada imperio cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos
tiene su fábula y su verdad, su leyenda y su historia, su ficción
y su realidad. La diferencia que hay entre nuestras tradiciones y
aquellas de todas las demás sociedades humanas es que las nuestras
están fundadas en los anales del pueblo más antiguo del universo,
el único que hoy conserva el mismo nombre que tenía antiguamente,
que no se confunde con las otras naciones aunque esté disperso por
todas partes y en fin, el único que ha conservado sus libros
antiguos, al contrario de casi todos los demás pueblos en los que
éstos se han perdido. Por lo tanto, he aquí lo que he podido
recopilar sobre nuestro origen en los antiquísimos archivos de
nuestra Orden, en las actas del Parlamento de Inglaterra que
hablan frecuentemente de nuestros privilegios, y en la
jurisdicción actual de un país que ha sido el centro de nuestra
ciencia arcana desde el siglo décimo. Señores, dígnense prestar
más atención; hermanos vigilantes protejan la logia, aparten de
este lugar la vulgaridad profana. Procul oh procul este profani,
odi profanum vulgus et arceo, favete linguis.
El gusto supremo por el orden, la
simetría y la proyección sólo pueden ser inspirados por el Gran
Geómetra, arquitecto del Universo, cuyas ideas eternas son los
modelos de la belleza verdadera. Además, vemos en los anales
sagrados del legislador de los judíos que Dios mismo fue el que
enseñó al restaurador del género humano las proporciones de la
construcción flotante que tenía como función preservar durante el
diluvio los animales de todas las especies para que repoblaran
nuestro globo, cuando saliera del seno de las aguas. Por
consiguiente, Noé debe ser considerado como el autor y el inventor
de la arquitectura naval así como el primer gran maestro de
nuestra Orden.
La ciencia arcana fue trasmitida
por medio de una tradición oral desde Noé hasta Abraham y los
patriarcas, el último de los cuales llevó nuestro arte sublime a
Egipto. Fue José quien dió a los egipcios la primera idea para la
construcción de los laberintos, de las pirámides y de los
obeliscos que se han admirado en todas las épocas. Es por esta
tradición patriarcal que nuestras leyes y nuestras máximas se
difundieron en Asia, Egipto, Grecia y entre todos los Gentiles;
sin embargo, rápidamente nuestros misterios fueron alterados,
degradados, deformados y mezclados con supersticiones y la ciencia
secreta sólo se conservó pura entre el pueblo de Dios.
Moisés, inspirado por el Altísimo,
hizo construir en el desierto un templo móvil de acuerdo con el
modelo que se le había revelado en una visión celeste en la cumbre
de la montaña sagrada, prueba evidente de que las leyes de nuestro
arte se observan en el mundo invisible donde todo es armonía,
orden y proporción. Este tabernáculo ambulante, copia del palacio
invisible del Altísimo, que es el mundo superior, se convirtió
después en modelo del famoso templo de Salomón el más sabio de los
reyes y de los mortales. Este edificio soberbio sostenido por mil
quinientas columnas de mármol de Paros, con más de dos mil
ventanas, con capacidad para cuatrocientas mil personas, fue
construido en siete años por más de tres mil príncipes o maestros
masones que tenían por jefe a Hiram–Abif gran maestro de la logia
de Tiro, a quién Salomón confió todos nuestros misterios. Fue el
primer mártir de nuestra Orden… su fidelidad se debe conservar… su
ilustre sacrificio. Después de su muerte, el rey Salomón escribió
en jeroglíficos nuestro estatuto, nuestras máximas y nuestros
misterios, y este libro antiguo es el código original de nuestra
Orden.
Después de la destrucción del
primer templo y el cautiverio de la nación escogida, el ungido del
Señor, el gran Ciro que se había iniciado en todos nuestros
misterios designó a Zorobabel como gran maestro de la logia de
Jerusalén, y le ordenó poner los cimientos del segundo templo
donde fue depositado el misterioso Libro de Salomón. Durante doce
siglos este Libro se conservó en el templo de los israelitas, pero
después de la destrucción del segundo templo y la dispersión de
este pueblo durante el imperio de Tito, el antiguo libro se
extravió hasta el tiempo de las cruzadas, cuando se encontró parte
de él después de la toma de Jerusalén. Se descifró este código
sagrado y sin penetrar en el espíritu sublime de todos los
jeroglíficos que se encontraron, se resucitó nuestra antigua Orden
de la cual Noé, Abraham, los patriarcas, Moisés, Salomón y Ciro
habían sido los primeros grandes maestros. He ahí, señores,
nuestras antiguas tradiciones. He aquí ahora nuestra verdadera
historia.
Desde los tiempos de las guerras
santas en Palestina, varios príncipes, señores y artistas se
unieron, hicieron voto de restablecer los templos de los
cristianos en Tierra santa, se comprometieron por medio de un
juramento a emplear su ciencia y sus bienes para devolver la
arquitectura a su primitiva constitución, rescataron todos los
antiguos signos y las palabras misteriosas de Salomón, para
distinguirse de los infieles y reconocerse mutuamente... (y
decidieron) unirse íntimamente con.... Desde entonces y después,
nuestras logias llevaron el nombre de logias de San Juan en todos
los países. Esta unión se hizo a imitación de los israelitas
cuando construyeron el segundo templo. Mientras unos usaban la
paleta y el compás, los otros los defendían con la espada y el
escudo.
Después de los grandes reveses de
las guerras sagradas, la decadencia de las armadas cristianas, y
el triunfo de Bendocdor Sultán de Egipto durante la octava y
última cruzada, el hijo de Enrique III de Inglaterra, el gran
príncipe Eduardo, viendo que ya no había seguridad para sus
hermanos masones en Tierra santa quiso que todos lo acompañaran
cuando las tropas cristianas se retiraron y esta colonia de
adeptos se estableció así en Inglaterra. Puesto que este príncipe
estaba dotado de todas las cualidades del espíritu y del corazón
que forman a los héroes, amó las bellas artes y sobre todo nuestra
gran ciencia. Estando en el trono, se declaró gran maestro de la
Orden, le otorgó varios privilegios y franquicias, y desde
entonces los miembros de nuestra cofradía tomaron el nombre de
francmasones.
Desde esta época Gran Bretaña se
convirtió en la sede de la ciencia arcana, en la conservadora de
nuestros dogmas y en la depositaria de todos nuestros secretos.
Desde las islas británicas la antigua ciencia comienza a pasar a
Francia. La nación más espiritual de Europa se convertirá en el
centro de la Orden y derramará en nuestros estatutos las gracias,
la delicadeza y el buen gusto, cualidades esenciales en una Orden
cuya base es la sabiduría, la fuerza y la belleza del genio. Es en
nuestras logias que en lo sucesivo los franceses verán, sin
viajar, como en una pintura sintetizada, las características de
todas las naciones y es aquí donde los extranjeros aprenderán por
experiencia que Francia es la verdadera patria de todos los
pueblos.
Discurso pronunciado en la
Recepción de los Francmasones por el Señor de Ramsay, Gran Orador
de la Orden [1737]
Señores, el noble entusiasmo que
ustedes demuestran para ingresar en la antigua y muy ilustre Orden
de los francmasones es una prueba evidente de que ya poseen todas
las cualidades necesarias para formar parte de ella. Estas
cualidades son la filantropía prudente, la moral pura, el secreto
inviolable y el gusto por las bellas artes.
Licurgo, Solón, Numa y todos los
demás legisladores políticos no lograron que sus instituciones
perduraran; por muy sabias que hayan sido sus leyes, no han podido
extenderse a todos los países ni adaptarse al gusto, al genio y a
los intereses de todas las naciones. En efecto, no se
fundamentaban en la filantropía. El amor por la patria mal
entendido y llevado al exceso destruía a menudo en todas estas
repúblicas guerreras el amor por la humanidad en general. Los
hombres, fundamentalmente, no se diferencian por las lenguas que
hablan, las ropas que llevan, los países que habitan ni por las
dignidades de las que están investidos. El mundo entero no es más
que una gran república, en la cual cada nación es una familia y
cada individuo un niño. Nuestra sociedad se estableció para hacer
revivir y para propagar las antiguas máximas tomadas de la
naturaleza del hombre. Queremos reunir a todos los hombres de
mente preclara y de humor agradable no sólo mediante el amor por
las bellas artes, sino además mediante los grandes principios de
la virtud; en ellos, el interés por la confraternidad se vuelve
interés por todo el género humano, por su medio todas las naciones
pueden obtener conocimientos sólidos y todos los súbditos de los
diferentes reinos pueden cooperar sin celos, vivir sin discordia y
quererse mutuamente sin renunciar a su patria.
Nuestros ancestros, los Cruzados,
procedentes de todos los lugares de la cristiandad y reunidos en
Tierra santa, quisieron de esta forma agrupar a los súbditos de
todas las naciones en una sola confraternidad. Qué no le debemos a
estos hombres superiores quienes, sin intereses vulgares y sin
escuchar el deseo natural de dominar, imaginaron una institución
cuyo único fin es reunir las mentes y los corazones con el
propósito de que sean mejores. Y, sin ir contra los deberes que
los diferentes estados exigen, formar con el tiempo una nación
espiritual en la cual se creará un pueblo nuevo que, al tener
características de muchas naciones, las cimentará todas, por así
decirlo, con los vínculos de la virtud y de la ciencia.
La sana moral es el segundo
requisito de nuestra sociedad. Las Ordenes religiosas se
establecieron para que los hombres llegaran a ser cristianos
perfectos; las Ordenes militares para inspirar el amor por la
gloria noble; la Orden de los francmasones se estableció para
formar hombres y hombres amables, buenos ciudadanos y buenos
súbditos, inviolables en sus promesas, fieles adoradores del Dios
de la amistad, más amantes de la virtud que de las recompensas.
Polliciti servare fidem,
sanctumque vereri
Numen amicitiae, mores, non munera
amare.
Sin embargo, no nos limitamos a
las virtudes puramente civiles. Tenemos entre nosotros tres
categorías de hermanos: principiantes o aprendices, compañeros o
profesos, maestros o perfectos. A los primeros les damos a conocer
las virtudes morales y filantrópicas, a los segundos las virtudes
heroicas; a los últimos las virtudes sobrehumanas y divinas. De
manera que nuestra institución encierra toda la filosofía de los
sentimientos y toda la teología del corazón. Es por esta razón que
uno de nuestros venerables hermanos, en una oda llena de noble
entusiasmo, dijo :
Francmasones, ilustre Gran
Maestro
Reciban mis primeros arrebatos
En mi corazón la orden los hace
nacer;
¡ Feliz ! si nobles esfuerzos
Me hacen merecedor de la estima de
ustedes,
Me elevan a lo sublime verdadero
A la primera verdad
A la esencia pura y divina
Del alma celeste origen
Fuente de vida y de claridad.
Puesto que una filosofía severa,
solitaria, triste y misantrópica les quita a los hombres el gusto
por las virtudes, nuestros ancestros los Cruzados quisieron que
ésta resultara amable con el atractivo de los placeres inocentes,
de una música agradable, de un gozo puro y de una alegría
moderada. Nuestros sentimientos no son lo que el mundo profano y
el vulgo ignorante se imaginan. Todos los vicios del corazón y del
espíritu están desterrados, así como la irreligión y el
libertinaje, la incredulidad y el desenfreno.
Es con este espíritu que uno de
nuestros poetas dice:
Seguimos hoy senderos poco
recorridos
Nos esforzamos por construir y
todas nuestras
construcciones
Son o cárceles para los vicios
O templos para las virtudes.
Nuestras cenas se parecen a los
virtuosos banquetes de Horacio en los cuales uno se sustentaba de
todo lo que podía iluminar el espíritu, perfeccionar el corazón e
inspirar el gusto por lo verdadero, lo bueno y lo bello:
O! noctes, coenaeque Deum...
Sermo oritur non de regnis
domibusve alienis;
...sed quod magis ad
nos
Pertinet, et nescire
malum est, agitamus; utrumne
Divitiis homines, an
sint virtute beati;
Quidve ad amicitias usus rectumve
trahat nos
Et quae sit natura boni, summumque
quid ejus.
Aquí el amor por todos los anhelos
se fortifica. Desterramos de nuestras logias toda disputa que
podría alterar la tranquilidad del espíritu, la dulzura de las
costumbres, los sentimientos de amistad y la armonía perfecta que
tan sólo se encuentra en la eliminación de todos los excesos
indebidos y de todas las pasiones discordantes.
Por lo tanto, las obligaciones que
la Orden les impone son: proteger a los hermanos por medio de la
autoridad, esclarecerlos con sus conocimientos, edificarlos con
las virtudes que ustedes poseen, socorrerlos en sus necesidades,
sacrificar todo resentimiento personal y buscar todo lo que puede
contribuir a la paz, a la concordia y a la unión de la sociedad.
Tenemos secretos: son signos
figurativos y palabras sagradas que constituyen un lenguaje a
veces mudo y a veces muy elocuente, con el fin de transmitirlo a
grandes distancias y reconocer a nuestros hermanos sin importar su
lengua o país. Eran, aparentemente, palabras de guerra que los
Cruzados se intercambiaban para protegerse de las sorpresas de los
Sarracenos, que a menudo se infiltraban disfrazados para
traicionarlos y asesinarlos. Estos signos y estas palabras nos
recuerdan un aspecto de nuestra ciencia, una virtud moral o un
misterio de la fe.
Ocurrió con nosotros lo que muy
difícilmente ha sucedido con otra sociedad.
Nuestras logias se han constituido
y se difunden hoy en todas las naciones civilizadas y sin embargo,
a pesar de tanta multitud de hombres, nunca ningún hermano ha
traicionado nuestros secretos. Las personas más frívolas, las más
indiscretas y las menos instruidas a guardar silencio, aprenden
esta gran ciencia tan pronto como entran en nuestra sociedad ¡
Tan grande es el poder que la idea de unión fraterna tiene sobre
los espíritus! Este secreto inviolable contribuye de forma
poderosa a vincular los súbditos de todos los países y a volver
fácil y mutua la comunicación de las buenas acciones. Encontramos
muchos ejemplos de lo anterior en los Anales de nuestra Orden:
nuestros hermanos que viajaban a diferentes países de Europa, al
encontrarse en una necesidad, se dieron a conocer a nuestras
logias y enseguida fueron colmados de toda la ayuda necesaria.
Incluso en la época de las guerras más sangrientas, algunos
ilustres prisioneros encontraron hermanos donde no creían
encontrar más que enemigos. Si alguien rompiera las promesas
solemnes que nos vinculan, ustedes saben señores, que las penas
más grandes son el remordimiento de la conciencia, la vergüenza
por su perfidia y la exclusión de nuestra sociedad según las
bellas palabras de Horacio:
Est et fideli tuta
silentio
Merces; vetabo qui
Cereris sacrum
Vulgarit arcanae, sub
isdem
Sit trabibus,
fragilemve mecum
Solvat phaselum...
Sí señores, las famosas fiestas de
Ceres en Eleusis, de las que habla Horacio, así como aquellas de
Isis en Egipto, de Minerva en Atenas, de Urania entre los Fenicios
y de Diana en Escitia tenían relación con nuestras solemnidades.
En estas fiestas se celebraban misterios donde se podían encontrar
muchos vestigios de la antigua religión de Noé y de los
patriarcas; luego se cerraban con banquetes y libaciones, pero sin
los excesos, los desenfrenos y la intemperancia en que cayeron
poco a poco los paganos. Admitir personas de uno y otro sexo en
las asambleas nocturnas, oponiéndose así a la primitiva
institución, fue la causa de todas las infamias. Es para prevenir
semejantes abusos que las mujeres están excluidas de nuestra
Orden. No es que somos injustos por considerar el sexo como
incapaz de mantener un secreto, sino que su presencia podría
alterar ligeramente la pureza de nuestras máximas y de nuestras
costumbres:
Si el sexo está desterrado, que no
haya alarma
No es un ultraje a su fidelidad
Sino que tememos que al entrar el
amor con sus encantos
Produzca el olvido de la
fraternidad.
Los nombres de hermano y amigo
serían débiles armas
Para proteger los corazones contra
la rivalidad.
La cuarta cualidad que se requiere
para entrar en nuestra Orden es el gusto por las ciencias útiles y
por las artes liberales de todo género; así la Orden exige de cada
uno de ustedes contribuir con su protección, su liberalidad o su
trabajo a una gran obra para la cual ninguna Academia y ninguna
universidad pueden ser suficientes, porque todas las sociedades
particulares, al estar compuestas de una cantidad muy pequeña de
hombres, no pueden abarcar con su trabajo un objetivo tan inmenso.
Todos los Grandes Maestros de Alemania, de Inglaterra, de Italia y
de toda Europa exhortan a todos los eruditos y a todos los
artistas de la confraternidad a unirse con el fin de proveer la
documentación para un Diccionario universal de todas las artes
liberales y de todas las ciencias útiles, con la única excepción
de la teología y la política. Ya se ha comenzado la obra en
Londres; pero con la unión de nuestros hermanos se podrá llevar a
su perfección en pocos años. En ella se explicará no sólo el
vocablo técnico y su etimología, sino que se presentará también la
historia de la ciencia y del arte, sus grandes principios y la
manera de trabajar con ellos. De este modo se reunirán las
inteligencias de todas las naciones en una única obra, que será
como un depósito general, y una biblioteca universal de todo lo
bello, grande, luminoso, sólido y útil que existe en todas las
ciencias naturales y en todas las artes nobles. Esta obra
aumentará cada siglo, a medida que aumenten los conocimientos; es
así como se difundirá una noble emulación en el gusto por las
Bellas letras y por las Bellas artes en toda Europa.
El nombre de francmasones no debe
por lo tanto ser tomado en sentido literal, vulgar y material,
como si nuestros instructores hubieran sido simples trabajadores
de la piedra o del mármol, o simplemente genios curiosos que
querían perfeccionar las artes. No sólo eran hábiles arquitectos
que querían consagrar sus talentos y sus bienes a la construcción
de los templos exteriores, sino también príncipes religiosos y
guerreros que querían iluminar, edificar y proteger los templos
vivos del Altísimo. Es lo que seguidamente daré a conocer
desarrollando para ustedes el origen y la historia de la Orden.
Toda familia, toda república y
todo imperio cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos
tiene su fábula y tiene su verdad, su leyenda y su historia, su
ficción y su realidad. Algunos consideran que nuestra institución
se remonta al tiempo de Salomón, de Moisés, de los patriarcas, de
Noé mismo. Otros pretenden que nuestro fundador fue Enoc, el nieto
del Protoplasta que construyó la primera ciudad y la llamó con su
nombre. Mencioné brevemente este origen fabuloso antes de llegar a
nuestra historia verdadera. He aquí, por lo tanto, lo que he
podido recoger en los muy antiguos Anales de la historia de Gran
Bretaña, en las actas del Parlamento de Inglaterra, que hablan a
menudo de nuestros privilegios, y en la tradición viva de la
nación británica que, desde el siglo once, ha sido el centro y la
sede de nuestra confraternidad.
Desde la época de las guerras
santas en Palestina, muchos príncipes, señores y ciudadanos se
unieron, hicieron voto de restablecer los templos de los
cristianos en Tierra santa y, por medio de un juramento, se
comprometieron a emplear sus talentos y sus bienes para devolver
la arquitectura a su constitución primitiva. Adaptaron de común
acuerdo varios antiguos signos, palabras simbólicas tomadas del
fondo de la religión, para diferenciarse de los infieles y
reconocerse con respecto a los Sarracenos. Estos signos y estas
palabras sólo se comunicaban a los que prometían solemnemente,
incluso con frecuencia a los pies del altar, no revelarlos nunca.
Esta promesa sagrada ya no era entonces un juramento execrable,
como se cuenta, sino un vínculo respetable para unir a los hombres
de todas las naciones en una misma confraternidad. Tiempo después,
nuestra Orden se unió íntimamente con los caballeros de San Juan
de Jerusalén. Desde entonces nuestras logias llevaron el nombre de
las logias de San Juan en todos los países. Esta unión se llevó a
cabo a imitación de los israelitas cuando construyeron el segundo
templo, mientras trabajaban con una mano con la llana y el
mortero, llevaban en la otra la espada y el escudo (Esdras cap. IV,
v. 16).
Nuestra Orden por consiguiente no
se debe considerar como una renovación de las bacanales y una
fuente de excesivo derroche, de libertinaje desenfrenado y de
intemperancia escandalosa, sino como una Orden moral, instituida
por nuestros ancestros en Tierra santa para hacer recordar las
verdades más sublimes, en medio de los inocentes placeres de la
sociedad.
Los reyes, los príncipes y los
señores, regresando de Palestina a sus países, establecieron
diferentes logias. Desde la época de las últimas cruzadas ya se
observa la fundación de muchas de ellas en Alemania, Italia,
España, Francia y de allí en Escocia, a causa de la íntima alianza
que hubo entonces entre estas dos naciones.
Jacobo Lord Estuardo de Escocia
fue Gran Maestro de una logia que se estableció en Kilwinning en
el oeste de Escocia en el año 1286, poco tiempo después de la
muerte de Alejandro III rey de Escocia, y un año antes de que Jean
Baliol subiera al trono. Este señor escocés inició en su logia a
los condes de Gloucester y de Ulster, señores inglés e irlandés.
Poco a poco nuestras logias,
nuestras fiestas y nuestras solemnidades fueron descuidadas en la
mayoría de los países en los que se habían establecido. Esta es la
razón del silencio de los historiadores de casi todos los reinos
con respecto a nuestra Orden, a excepción de los historiadores de
Gran Bretaña. Sin embargo, éstas se conservaron con todo su
esplendor entre los escoceses, a los que nuestros reyes confiaron
durante muchos siglos la custodia de su sagrada persona. Después
de los deplorables reveses de las cruzadas, la decadencia de las
armadas cristianas y el triunfo de Bendocdar Sultán de Egipto,
durante la octava y última cruzada, el hijo de Enrique III de
Inglaterra, el gran príncipe Eduardo, viendo que ya no había
seguridad para sus hermanos en Tierra santa los hizo regresar a
todos cuando las tropas cristianas se retiraron, y fue así como se
estableció en Inglaterra esta colonia de hermanos. Puesto que este
príncipe estaba dotado de todas las cualidades del corazón y del
espíritu que forman a los héroes, amó las bellas artes, se declaró
protector de nuestra Orden, le otorgó muchos privilegios y
franquicias y desde entonces los miembros de esta confraternidad
tomaron el nombre de francmasones.
Desde este momento Gran Bretaña se
volvió la sede de nuestra ciencia, la conservadora de nuestras
leyes y la depositaria de nuestros secretos. Las fatales
discordias de religión que inflamaron y desgarraron Europa en el
siglo dieciséis hicieron que nuestra Orden se desviara de la
grandeza y nobleza de su origen. Se cambiaron, se disfrazaron o se
suprimieron muchos de nuestros ritos y costumbres que eran
contrarios a los prejuicios de la época. Es así como muchos de
nuestros hermanos olvidaron, al igual que los judíos antiguos, el
espíritu de nuestra ley y sólo conservaron su letra y su
apariencia exterior. Nuestro Gran Maestro, cuyas cualidades
respetables superan aún su nacimiento distinguido, quiere regresar
todo a su constitución inicial, en un país en que la religión y el
Estado no pueden más que favorecer nuestras leyes.
Desde las islas británicas, la
antigua ciencia comienza a pasar a Francia otra vez bajo el reino
del más amable de los reyes, cuya humanidad es el alma de todas
las virtudes, con la intervención de un Mentor que ha realizado
todo lo fabuloso que se había imaginado. En este momento feliz en
que el amor por la paz se vuelve la virtud de los héroes, la
nación más espiritual de Europa llegará a ser el centro de la
Orden; derramará sobre nuestras obras, nuestros estatutos y
nuestras costumbres, las gracias, la delicadeza y el buen gusto,
cualidades esenciales en una Orden cuya base es la sabiduría, la
fuerza y la belleza del genio. Es en nuestras logias futuras, como
en escuelas públicas, donde los franceses verán, sin viajar, las
características de todas las naciones y es en estas mismas logias
donde los extranjeros aprenderán por experiencia que Francia es la
verdadera patria de todos los pueblos. Patria gentis humanae.
COMENTARIO
Andrew Michael Ramsay, (1686-1743),
caballero escocés, discípulo de Fenelón y de Madame Guyon, se
recibió masón en 1730 en Londres en una logia andersoniana. Un año
antes, el 11 de diciembre de 1729 había sido elegido miembro de la
Sociedad Real de Londres. Fué preceptor de grandes familias:
Wemyss, Sassenage, Estuardo (Roma, 1724), Château-Thierry,
Bouillon. Escribió “Conversaciones de Fenelón con M. de Ramsay”
(1710); “Ensayo político” (1719); “Historia de la vida de Fenelón”
(1720); “Viajes de Ciro” (1727); “Historia del vizconde de Turenne”
(1735); "Plan de
Educación" (1741) y
“Principios filosóficos de la religión natural revelada unfolded
en orden geométrico” (1748). Inicialmente deista, luego se
convirtió al catolicismo y se hizo antideista. mantiene Ramsay que
para interpretar los símbolos antiguos hay que investigar las
fuentes de todas las tradiciones antiguas, “incluidos los libros
canónigos de los chinos”, dado que las diversas tradiciones
espirituales de la humanidad se remontan a un origen común
noaquita. De ello deduce que el cristianismo, identificado con la
religión natural, es tan antiguo como la creación.
En 1725 fue instalada una logia en
París formada por católicos ingleses exiliados y partidarios del
destronado rey Jacobo. La logia había adoptado el nombre de
Saint-Thomas nº 1 en memoria de Thomas Beckett, arzobispo de
Canterbury, asesinado en 1170. La logia fue fundada por Charles
Radclyffe, conde de Derwentwater y el caballero James Héctor
Mclean, entre otros. Allí fue pronunciado el discurso de Ramsay.
Primera
versión del discurso (1736).
El manuscrito se conserva en la
biblioteca de Epernay, manuscrito nº 124 datado el 26 de diciembre
de 1736. Tiene las siguientes características:
I.- Se señala que uno de los fines
de la masonería es la paz de los pueblos por medio de una
Republica universal: “El mundo entero no es más que una gran
República, en la cual cada nación es una familia y cada individuo
un niño. Señores, nuestra sociedad se estableció para hacer
revivir y propagar las antiguas máximas tomadas de la naturaleza
del ser humano. Queremos reunir a todos los hombres de gusto
sublime y de humor agradable mediante el amor por las bellas
artes, donde la ambición se vuelve una virtud y el sentimiento de
benevolencia por la cofradía es el mismo que se tiene por todo el
género humano, donde todas las naciones pueden obtener
conocimientos sólidos y donde los súbditos de todos los reinos
pueden cooperar sin celos, vivir sin discordia, y amarse
mutuamente. Sin renunciar a sus principios, desterramos de
nuestras leyes todas las disputas que pueden alterar la
tranquilidad del espíritu, la delicadeza de las costumbres, los
sentimientos afectuosos, la alegría legítima, y aquella armonía
absoluta que sólo se encuentra en la eliminación de todos los
excesos indebidos y de todas las pasiones discordantes”.
II.- Se invocan las tradiciones
mistéricas antiguas como antecesores de “los misterios masónicos”:
“Asimismo tenemos nuestros misterios: son signos que representan
nuestra ciencia, jeroglíficos muy antiguos y palabras que se
tomaron de nuestro arte; todos ellos componen un lenguaje algunas
veces mudo y otras muy elocuente para comunicarse a grandes
distancias, y para reconocer a nuestros hermanos sin importar su
lengua o país. En un primer momento, a los que ingresan nada más
se les da a conocer el sentido literal. Es sólo a los adeptos que
se les revela el sentido sublime y simbólico de nuestros
misterios. Es así como los orientales, los egipcios, los griegos y
los sabios de todas las naciones ocultaban sus dogmas por medio de
figuras, símbolos y jeroglíficos. A menudo, el sentido literal de
nuestras leyes, de nuestros ritos y de nuestros secretos sólo
ofrece a la razón un sinnúmero de palabras ininteligibles; sin
embargo, los iniciados encuentran en ellos un manjar exquisito que
alimenta, que eleva, y que le recuerda al espíritu las verdades
más sublimes”... “las famosas fiestas de Ceres en Eleusis, de las
cuales habla Horacio, así como las de Minerva en Atenas y las de
Isis en Egipto no eran otra cosa que logias de nuestros iniciados,
donde se celebraban nuestros misterios”
III.- El masón ha de ser educado a
traves de las siete Artes liberales: “El gusto por las artes
liberales es la tercera cualidad que se requiere para entrar en
nuestra Orden, la perfección de este gusto es la esencia, el fin y
el objeto de nuestra unión. De todas las ciencias matemáticas, la
de la Arquitectura, ya sea civil, naval o militar es, sin duda, la
más útil y la más antigua. Es a través de ella que nos defendemos
contra las injurias del aire, contra la inestabilidad de las olas
y sobre todo contra el furor de otros hombres”.
IV: Orígenes prestigiosos de la
masonería: “Noé debe ser considerado como el autor y el inventor
de la arquitectura naval así como el primer gran maestro de
nuestra Orden. El conocía “las ideas eternas” que se expresan en
las proporciones del Arca. “La ciencia arcana fue trasmitida por
medio de una tradición oral desde Noé hasta Abraham y los
patriarcas, el último de los cuales llevó nuestro arte sublime a
Egipto. Fue José quien dió a los egipcios la primera idea para la
construcción de los laberintos, de las pirámides y de los
obeliscos que se han admirado en todas las épocas. Es por esta
tradición patriarcal que nuestras leyes y nuestras máximas se
difundieron en Asia, Egipto, Grecia y entre todos los Gentiles”.
Tal “ciencia arcana transmitida por tradición oral” y “la ciencia
secreta” del “misterioso libro de Salomón” o las “palabras
misteriosas del rey Salomón”.
Luego pasó a “Moisés, inspirado por
el Altísimo, hizo construir en el desierto un templo móvil...
copia del palacio invisible del Altísimo, que es el mundo
superior, se convirtió después en modelo del famoso templo de
Salomón... construido por Hiram–Abif gran maestro de la logia de
Tiro, a quién Salomón confió todos nuestros misterios”, después
“al gran Ciro que se había iniciado en todos nuestros misterios”,
Zorobabel “gran maestro de la logia de Jerusalén”, “donde fue
depositado el misterioso Libro de Salomón”. Tras la octava y
última cruzada el reyEduardo de Inglaterra amparó a los masones y
convirtió su reino en “sede de la ciencia arcana, en la
conservadora de nuestros dogmas y en la depositaria de todos
nuestros secretos. Desde las islas británicas la antigua ciencia
comienza a pasar a Francia”.
V.- La masonería como depositaria
de un conocimiento esotérico inmemorial. Este esoterismo tiene un
origen bíblico dado que está encubierto tanto en el simbolismo del
arca de Noé como en el templo y libro de Salomón. Para ello,
Ramsay se remite al libro de Francis Bacon (1501-1626), “Nueva
Atlántida” y concretamente a un párrafo que comenta que algunos
sabios conservan todavía algunas partes de un libro del rey
Salomón relativo a la “historia natural”. Esta idea la toma Bacon
de I Reyes 4-33 en donde se dice que Yahvéh otorgó sabiduría a
Salomón de modo que “era la sabiduría de Salomón mayor que la de
todos los orientales y que toda la sabiduría de los egipcios… y
compuso 3.000 proverbios y sus cantares fueron 5.000. También
disertó sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el
hisopo que nace en la pared. También disertó sobre los animales,
las aves, sobre los reptiles y sobre los peces”. Y también en
Sabiduría 7, 15-21; 9, 8.
Es decir, Ramsay invoca el libro
secreto de Salomón, retomando la idea de una historia natural,
pero también invoca los episodios bíblicos relativos a la
construcción arquitectónica; desde los cuatro altares elevados por
Abraham (Génesis 12, 6-8; 13-18; 22, 9), el erigido por Jacob al
reposar una noche en la piedra betel (Génesis 28, 10-22)… Ramsay
afirma que la arquitectura bíblica se basa en planos revelados por
Dios y que el del tabernáculo referido en Éxodo 25, 8-9 reproduce
la visión celeste percibida por Moisés. También explica que los
planos del templo de Jerusalén revelados a Salomón reproducen el
cosmos como símbolo de “la armonía, el orden y la proporción” del
“mundo invisible” establecido desde la creación por “el gran
geómetra arquitecto del universo”. Finalmente, según Ramsay una
parte del esoterismo contenido en el libro de Salomón fue llevado
en la Edad Media a Francia por los masones orientales y de allí
pasó a Inglaterra.
Segunda versión del Discurso
(1737).
La versión de 20 de marzo de 1737
fue publicada en Lettres de M. V. avec plusiers pièces de
différens auteurs, La Haya, 1738, pp. 47-70.
I.- “El mundo entero no es más que
una gran República, en la cual cada nación es una familia y cada
individuo un niño. Nuestra sociedad se estableció para hacer
revivir y para propagar las antiguas máximas tomadas de la
naturaleza del hombre. Queremos reunir a todos los hombres de
mente preclara y de humor agradable no sólo mediante el amor por
las bellas artes, sino además mediante los grandes principios de
la virtud; en ellos, el interés por la confraternidad se vuelve
interés por todo el género humano, por su medio todas las naciones
pueden obtener conocimientos sólidos y todos los súbditos de los
diferentes reinos pueden cooperar sin celos, vivir sin discordia y
quererse mutuamente sin renunciar a su patria”. Además, “Nuestros
ancestros, los Cruzados, procedentes de todos los lugares de la
cristiandad y reunidos en Tierra santa, quisieron de esta forma
agrupar a los súbditos de todas las naciones en una sola
confraternidad. Qué no le debemos a estos hombres superiores
quienes, sin intereses vulgares y sin escuchar el deseo natural de
dominar, imaginaron una institución cuyo único fin es reunir las
mentes y los corazones con el propósito de que sean mejores. Y,
sin ir contra los deberes que los diferentes estados exigen,
formar con el tiempo una nación espiritual en la cual se creará un
pueblo nuevo que, al tener características de muchas naciones, las
cimentará todas, por así decirlo, con los vínculos de la virtud y
de la ciencia”
II.- Hace derivar los grados o
categorías profesionales masónicas de la jerarquía de los
cruzados: “no nos limitamos a las virtudes puramente civiles.
Tenemos entre nosotros tres categorías de hermanos: principiantes
o aprendices, compañeros o profesos, maestros o perfectos. A los
primeros les damos a conocer las virtudes morales y filantrópicas,
a los segundos las virtudes heroicas; a los últimos las virtudes
sobrehumanas y divinas. De manera que nuestra institución encierra
toda la filosofía de los sentimientos y toda la teología del
corazón”. Explica los deberes de todos ellos.
III.- La masonería es heredera de
losecretos de la antiguedad: “Tenemos secretos: son signos
figurativos y palabras sagradas que constituyen un lenguaje a
veces mudo y a veces muy elocuente, con el fin de transmitirlo a
grandes distancias y reconocer a nuestros hermanos sin importar su
lengua o país... Estos signos y estas palabras nos recuerdan un
aspecto de nuestra ciencia, una virtud moral o un misterio de la
fe”. Y más concretamente, “las famosas fiestas de Ceres en Eleusis,
de las que habla Horacio, así como aquellas de Isis en Egipto, de
Minerva en Atenas, de Urania entre los Fenicios y de Diana en
Escitia tenían relación con nuestras solemnidades. En estas
fiestas se celebraban misterios donde se podían encontrar muchos
vestigios de la antigua religión de Noé y de los patriarcas”.
III.- El masón ha de ser educado a
traves de las siete Artes liberales: “La cuarta cualidad que se
requiere para entrar en nuestra Orden es el gusto por las ciencias
útiles y por las artes liberales de todo género... Todos los
Grandes Maestros de Alemania, de Inglaterra, de Italia y de toda
Europa exhortan a todos los eruditos y a todos los artistas de la
confraternidad a unirse con el fin de proveer la documentación
para un Diccionario universal de todas las artes liberales y de
todas las ciencias útiles, con la única excepción de la teología y
la política. Ya se ha comenzado la obra en Londres”.
IV: Orígenes prestigiosos de la
masonería: Explica los orígenes de la Masonería resumiento lo ya
dicho en el anterior discrurso y añadiendo que “Los reyes, los
principes y los señores, regresando de Palestina a sus países,
establecieron diferentes logias. Desde la época de las últimas
cruzadas ya se observa la fundación de muchas de ellas en
Alemania, Italia, España, Francia y de allí en Escocia, a causa de
la íntima alianza que hubo entonces entre estas dos naciones...
Jacobo Lord Estuardo de Escocia fue Gran Maestro de una logia que
se estableció en Kilwinning en el oeste de Escocia en el año 1286,
poco tiempo después de la muerte de Alejandro III rey de Escocia,
y un año antes de que Jean Baliol subiera al trono. Este señor
escocés inició en su logia a los condes de Gloucester y de Ulster,
señores inglés e irlandés”.
A diferencia de la primera versión,
el tema dominante no es ya el esoterismo del libro del rey Salomón
heredado por los masones. Ahora ramsay insiste en otros aspectos:
a) Origen monástico-militar de la
masonería. Mientras en el discurso de 1736 Ramsay situa el origen
de las logias masónicas de San Juan en la época de las cruzadas y
concretamente en los constructores de catedrales góticas herederos
de la tradición salomónica, en la versión de 1737, menciona a
“nuestros antepasados los cruzados” y el esoterismo de las
catedrales góticas que no surge en París, sino en Palestina, en
las construcciones edificadas por los cruzados. La prueba de ello
es que todavía se conserva el nombre de logia de San Juan en
recuerdo de la orden de San Juan de Jerusalén, denominación de la
antigua orden del Hospital. Y que los tres grados masónicos
proceden de los tres grados de las ordenes monastico-militares
como el temple; novicio, profeso y perfecto. Pero Ramsay se
equivoca dado que el arte gótico no se origina en Palestina sino
en París. La denominación de logia de San Juan no procede de la
orden de San Juan de Jerusalén sino de San Juan Bautista como
precursor de Jesucristo. Y los tres grados ya están mencionados en
la antigüedad, por ejemplo Filón y la Iglesia primitiva.
En todo caso, conviene advertir
que Ramsay no menciona expresamente a los templarios.
b) El conocimiento universal.
Ramsay sustituye la búsqueda del esoterismo salomónico por el
proyecto de elaboración de un diccionario enciclopédico
universal. Para ello hace un llamamiento a los masones para
colaborar en este diccionario enciclopédico que refleje todo el
saber de las bellas artes, las ciencias útiles y las artes
liberales. Esta división de las bellas artes en ciencias útiles y
artes liberales la toma de la Nueva Atlántida de Francis Bacon. Y
la idea de un diccionario enciclopédico también es tomada del
mencionado Bacon.
c) El pacifismo de la masonería.
Para Ramsay la masonería es esencialmente humanista, por lo que su
filosofía es medio para superar las diferencias teológicas o
religiosas, las desigualdades sociales, conflictos políticos
internos o internacionales, las guerras, etc.
Está muy influido
por la Nueva Atlántida de Francis Bacon. Esto supone que en el
discurso de 1836 basado esencialmente en la existencia de un
esoterismo salomónico, queda minimizado para acentuar como fines
de la masonería su vocación universalista, humanista y de
contribuir al conocimiento. Según Negrier (p. 323), este cambio se
debió a que en 1736 los masones destinatarios del discurso de la
logia parisina estaba compuesta mayoritariamente por anglosajones
conocedores de la obra de Bacon y por tanto era redundante toda
referencia a su pensamiento. Pero en 1737 la logia está compuesta
por una mayoría de franceses poco familiarizados con las ideas de
Bacon y los Antiguos Deberes, lo que explica la introducción del
tema de la herencia medieval caballeresca de la masonería tan al
gusto de la aristocracia francesa.
Ambas versiones han sido publicadas y comentadas por P. Négrier, Textes
fondateurs de la Tradition maçonnique, Paris, 1995, pp.
305-335. Traducción al español: Nadia Citon y Jamileth Brenes
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